Jugamos con las letras del
abecedario
y ardimos en el fuego
inimaginable de la palabra
ebrios de espuma y sal.
Fuiste hechizo en las
noches inhóspitas de mis desvelos
clavando un puñal en mis tercos ideales
al profanar el templo de
mi júbilo.
Fui cera derretida en el
manantial
de tu boca de miel, dulce
veneno
que profundo bebía con fruición.
Pasé del absoluto
discernimiento al desatino y la locura
pero un adiós sin palabras
nos separó del libre albedrío
y el fuego se apagó, como
se apaga
el canto de los ríos y las
fuentes.
Mas, quedaron rescoldos
que avivo cada noche
cuando te siento tan mío
y me cubres con mantos de utopía.
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