No pasará una luna sin que
el deseo de ti
rompa el tributo de la
espera.
La desnudez de la vida me
advirtió de lo imposible, pero mis oídos se negaron a la cordura.
Nunca sabrás si la llegada
del ángelus cubrió de hielo las horas de mi ocaso
ni sabrás nunca si se
rompió el vidrio que separaba la orfandad de mis noches, de mis gemidos
silenciosos.
El tiempo ha cubierto de
moho las alas de mi inconsciente y el perdón de mi culpa.
Jamás se abrirán mis labios
para rogar un encuentro en el camino clausurado entre los dos.
La distancia puso ante nosotros
un espacio insalvable,
y un recorrido imposible
de simiente verdecida.
Y el olvido se apoderó de mis
sueños, y mis ansias de tenerte junto a mí.
Las flores deshojadas por
el otoño nefasto,
cubrieron la cima de la
montaña,
germinando en arcoíris y
lluvia descompensada,
hiriendo la tregua que
pacté sin el permiso de los dioses.
Libre de culpas romperé el
silencio de mis labios resecos,
y tú, preso por la ignorancia
verás pasar las horas sin mover las fichas
que nos llevarían a la
cumbre del éxtasis.
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