En sueños me adentré en el
mar devorador de infortunios
y me arrastraron las
gigantescas olas
que me guiaron a los
brazos de lo eterno.
Un grito desgarrador de tu
boca me atrajo a la orilla
en la cual esperabas con
los brazos en cruz
y un astro fulgiendo en tu
pecho.
Me rompí entre las olas
mordiendo la arena que invadía mi garganta
sin piedad.
No queriendo romper el
silencio
que martirizaba mi aflicción,
esperé, esperé tus
palabras de consuelo,
pero desperté con la sal
en mis ojos
y un puñal de escarcha
clavado en la lengua.
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