En mi pecho llevo
negras tempestades
y una pena honda
que no entiende nadie.
¡Que no piense, dicen
y que ya no cabe
recordarla tanto,
que me olvide y cambie!
Pero yo la sueño
como aquella tarde
que llegó tan frágil,
y el dolor me parte.
Llegó sin aliento
como un dulce ángel,
la que un tiempo fuera
sangre de mi sangre.
Y no pude verla,
y no pude darle
ni siquiera un beso
para consolarme.
Y mi desconsuelo
Fue tan fuerte y grande,
que te pido y rezo
mi “Virgen Del Valle”,
que le des aliento
y que tú la abraces
y le des un beso
cual fueras su madre.
R. Bersabé