A la orilla del mar sentí tus
besos,
me envolvió la marea de tus manos,
junto a tu boca susurré tu nombre,
y un te quiero escribí en la
blanca arena.
Se borraron tus huellas con el
soplo
álgido de tus falsos
juramentos,
y de mis lágrimas brotaron
negras
pesadumbres, sin júbilos ni cura
para mi desengaño.
Perdí la brújula de mi
inocencia
y como desdichada peregrina
voy buscando tu nombre entre las olas.